Rasputín
La vida de Grigori Rasputín es una historia de misticismo, poder y tragedia. Nacido en un pequeño pueblo de Siberia, este campesino sin formación académica logró convertirse en una figura esencial en la corte del último zar de Rusia, Nicolás II. Su historia es un recordatorio de cómo el carisma, la percepción de lo sobrenatural y la política se alían para cambiar el rumbo de una nación. Rasputín se convierte en un símbolo del enfrentamiento entre la fe y la razón, entre lo espiritual y lo político. Muchos lo consideraban un curandero milagroso, a otros en cambio, les parecía un charlatán manipulador. Su proximidad a la familia imperial, especialmente debido a sus supuestas habilidades para actuar como un consejero en la crianza de herederos al trono, lo volvió un personaje destacado en la historia de una de las familias reales más reconocibles. Esto fue especialmente por su estrecha relación con la zarina Alejandra, quien dependía de él para curar la hemofilia crónica de su hijo. Sin embargo, su influencia llevó a la desconfianza y el odio de la nobleza, el clero y una parte importante de la población. Rasputín fue acusado de conspirar con los alemanes, corromper al estado, malversar dinero y ser una amenaza para el imperio ruso. En diciembre de 1916, un grupo de aristócratas planeó asesinar a Rasputín por miedo a que, en su calidad de sanador, planeara la caída del régimen. Tras varios intentos fallidos de envenenamiento y disparo, fue golpeado y ahogado por un grupo de jóvenes cortesanas. Rasputín murió, y no logró evitar el colapso del zarismo, que terminó pocos meses después con la Revolución Rusa. Desde entonces, ha sido considerado como un santo popular y un sacrílego al mismo tiempo.