¿La NEP fue un paso atrás para avanzar o una muestra de debilidad ideológica?
Creo que la NEP fue ambas cosas. Un paso atrás, sin duda, pero también una muestra de hasta dónde puede llegar una ideología cuando se enfrenta con la realidad. Me cuesta pensar en la NEP sin imaginarme a Lenin, convencido de su revolución, dándose cuenta de que el país se le desmoronaba en las manos. Imagino lo duro que tuvo ser aceptar que, para mantener vivo el sueño comunista, tenía que dejar entrar de nuevo al mercado, al dinero, a los pequeños comerciantes.
Para mí, eso no es necesariamente una traición, sino una señal de que incluso los proyectos más ideológicos tienen que adaptarse o mueren. La NEP fue una concesión, sí, pero también una forma de decir: “No hemos renunciado, solo estamos tomando aire”.
Quizá lo que revela no es debilidad, sino una verdad incómoda: que ningún cambio profundo ocurre sin contradicciones. Y que sostener una revolución a veces significa retroceder para no desaparecer.