Irena Sendler: la enfermera que engañó a los nazis para salvar a miles de niños
Durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis invadieron Polonia, miles de judías fueron encerradas en el gueto de Varsovia, en condiciones terribles. Entre el miedo, el hambre y las enfermedades, parecía que no había esperanza. Pero en medio de todo ese horror, una mujer decidió actuar. Su nombre era Irena Sendler.
Irena era enfermera y trabajadora social. Tenía permiso para entrar al gueto porque decía que llevaba medicinas y ayuda sanitaria. Sin embargo, lo que realmente hacía era mucho más valiente: ayudaba a sacar niños judíos para salvarlos de una muerte segura.
Usaba todo tipo de trucos para esconderlos: algunos salían en sacos de patatas, otros en cajas de herramientas, en ambulancias, e incluso en ataúdes vacíos. A veces, escondía a los bebés debajo de su abrigo y les daba pastillas para dormir para que no lloraran y los soldados no los descubrieran.
Cada vez que salvaba a un niño, Irena escribía su nombre real y el de su familia en un papel, que guardaba dentro de frascos de vidrio enterrados bajo un árbol. Su mayor esperanza era que, cuando terminara la guerra, esos niños pudieran volver con sus familias.
Fue arrestada por la Gestapo, la policía nazi. La torturaron brutalmente, le rompieron los brazos y las piernas, pero nunca reveló ni un solo nombre. Gracias a la ayuda de la resistencia polaca, consiguió escapar y siguió ayudando en secreto.
Irena logró salvar a más de 2.500 niños. A pesar de todo, nunca se consideró una heroína. Decía que solo había hecho lo correcto. Su historia no fue muy conocida durante mucho tiempo, pero hoy es un símbolo de valentía, humanidad y esperanza.