“No es la verdad lo que importa, sino la victoria”
“No es la verdad lo que importa, sino la victoria”
La frase “No es la verdad lo que importa, sino la victoria”, no fue escrita o dicha por Adolf Hitler, sin embargo se la ha atribuido con frecuencia a él. Esta frase destaca las actitudes de los regímenes totalitarios del siglo XX. El poder absoluto no se justifica con acciones, sino con resultados. En esta lógica, la victoria se convierte en algo primordial, mientras que la verdad, la moral o los principios éticos son vistos como obstáculos o inconvenientes. Esta mentalidad refleja un desprecio enorme por los valores éticos, y permite que el poder se ejerza sin límites.
En ideologías como el nazismo o el fascismo, la verdad fue moldeada, distorsionada o directamente eliminada para los intereses del Estado. El Ministerio de Propaganda dirigido por Joseph Goebbels se basaba en esta idea: no importa si algo es cierto, lo importante es que la gente lo crea. Un ejemplo claro es la propaganda del Tercer Reich, que creó una “verdad” falsa sobre los judíos, presentándolos como personas que no deberían de existir, porque afectan negativamente a Alemania. Su objetivo era crear un enemigo común para unir a la población y justificar la exclusiónn y la represión. Esta frase también expresa un pensamiento extremadamente cruel, donde el fin justifica cualquier medio. Mentir, manipular, reprimir e incluso exterminar se convierten en acciones totalmente válidas y bien vistas siempre que impulse la victoria.
Esta mentalidad no sólo ha afectado a regímenes dictatoriales. También a democracias, cuando líderes o partidos justifican acciones injustas simplemente porque han funcionado. Es verdad que en el caso de las democracias afectó y afecta de una manera más leve y menos visible, pero aun así sigue ocurriendo. La victoria sin verdad conduce a una política sucia y corrupta, donde todo vale si da resultados óptimos. Cuando una sociedad prioriza el valor de la victoria al de la verdad, el autoritarismo, la injusticia y el odio aumentan exponencialmente. El Holocausto ocurrió, en parte, porque millones de personas creyeron en las “victorias” anunciadas por la propaganda nazi, aunque esas publicaciones fueran exageradamente falsas. La Segunda Guerra Mundial también puede entenderse como el deseo de conquistar, expandirse y triunfar a costa de millones de vidas.
La historia nos demuestra que la victoria sin verdad no es duradera ni justa, y que las sociedades verdaderamente humanas y sostenibles se construyen sobre derechos y principios éticos, no sobre el engaño. De hecho, hoy en día, los países con principios y valores más humanos son los que han triunfado de verdad.