“La mejor manera de olvidar a alguien o algo es transformarlo en un monumento”

 “LA MEJOR MANERA DE OLVIDAR A ALGUIEN O ALGO ES TRANSFORMARLO EN UN MONUMENTO”




Esta frase dicha por el sociólogo estadounidense Jeffrey K. Olick puede interpretarse de varias maneras, pero en general sugiere que al convertir una experiencia, persona o recuerdo en un monumento (algo fijo, simbólico o conmemorativo), dejamos de cargar con el peso emocional que implica.

Un monumento puede representar un símbolo estático que ya no evoluciona ni duele, algo que colocamos en el pasado para contemplarlo desde la distancia, en lugar de seguir viviéndolo o aferrándonos a él. Es una forma de reconocer y honrar lo que fue, sin permitir que siga dominando nuestra vida presente.

En resumen, la frase plantea que el acto de transformar una experiencia en un símbolo nos ayuda a soltar su impacto emocional y, eventualmente, a olvidarlo en términos de cómo afecta nuestro presente.

En mi opinión, transformar a alguien o algo en un monumento no significa borrarlo, sino colocarlo en un lugar simbólico donde deje de ocupar cada rincón de nuestra existencia. Es un acto de aceptación y resignificación. Ese monumento puede ser una carta, un poema, una decisión de vida o incluso un rincón de silencio interno donde honramos lo que significó esa persona o experiencia, pero también le damos permiso para quedarse quieta, sin perseguirnos.

Olvidar, en este sentido, no es aniquilar el recuerdo, sino aprender a vivir con él de una manera que no nos atormente. El monumento permite el duelo, el cierre, el respeto. Y en ese gesto, encontramos una forma de liberación. Al inmortalizar lo que nos duele, paradójicamente dejamos de cargarlo como un peso.


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