La mejor manera de olvidar a alguien o algo es transformarlo en un monumento.

 “La mejor manera de olvidar a alguien o algo es convertirlo en un monumento”, es una expresión irónica y profunda. No se borra una figura o un acontecimiento, se deja algo palpable, algo que perdurará: un monumento. Convertir algo en monumento no es olvidar, sino, por el contrario, es conservar, encontrarle un lugar en la memoria colectiva que, aunque parezca haberlo olvidado, en realidad es una forma constante de recuerdo. El monumento es un símbolo de recordar y recordar, no de olvidar.

Esto puede referirse a la forma en que se crea una figura simbólica en la historia que, al ser inmortalizada, le permite permanecer viva de alguna manera específica; aunque pueda ser reinterpretada e incluso olvidada en su verdadero contexto. Así, lo que uno podría intentar olvidar se convierte en algo que perdura; pero que puede perder su significado original con el paso de los años.


En cuanto a si estoy de acuerdo, me parece una reflexión interesante. A veces, buscamos olvidar algo, pero al darle una forma permanente, lo reinterpretamos, rediseñamos su significado, y en ese proceso puede surgir una versión diferente de lo que originalmente queríamos olvidar. Esta “memoria” del monumento puede servir tanto para reflexionar sobre el pasado como para cambiar la percepción de un acontecimiento o personaje histórico. En resumen, la frase señala cómo, en la cultura humana, la memoria y el olvido no son procesos simples y lineales, sino que están interrelacionados de maneras complejas.



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Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.