RASPUTIN
Rasputín conoció al zar Nicolas el 1 de noviembre de 1905 en el Palacio Peterhof. El zar anotó el evento en su diario, en el que decía que él y la emperatriz Alejandra habían conocido a un hombre de Dios Grigori, de la provincia de Tobolsk. Rasputín volvió a Pokróvskoye poco después de esta visita y no volvió a San Petersburgo hasta julio de 1906. A su regreso, le envió a Nicolás un telegrama solicitando regalarle un ícono de San Simone Se encontró con Nicolás y Alejandra el 18 de julio y nuevamente en octubre, cuando conoció a sus hijos.
Rasputín no solo se ganó el favor de la familia real, sino que también buena parte de la aristocracia se rindió a él. Esto se debió sobre todo a su carisma personal. En la medida en que el carisma pueda explicarse, el suyo era producto de los siguientes factores: una mirada muy fija y penetrante , un verbo fácil y muy ambiguo que parecía un oráculo, un gran atractivo con las mujeres basado, además de su físico y su intuición, su conocimiento de las Escrituras y en cierta tradicion religiosa rusa que seguía prácticas orgiásticas como camino a Dios. Finalmente, la época de Rasputín era de romanticismo filoeslavo, y él, ruso de la profunda Siberia, recriminaba a los nobles, muy emparentados con la aristocracia europea sobre todo con la alemana: "No tenéis una sola gota de sangre rusa".
Sin embargo, fue muy atacado por aquellos cortesanos y nobles que se sintieron amenazados en sus intereses y propagaron rumores que sirvieron de alimento para los revolucionarios enemigos del régimen zarista. El zar solo lo toleraba en la medida que la zarina lo aceptara, aunque no había decisión del zar que no pasara por la supervisión de Rasputín. Durante la Primera Guerra Mundial fue acusado de ser un espía alemán y de influir políticamente en la zarina, que era de ascendencia alemana, en sus nombramientos ministeriales cuando el zar estuvo ausente por la guerra. Este hecho fue desastroso para la permanencia del régimen zarista.